domingo, 13 de noviembre de 2011

Anhelos de transformación social: un balance provisional

La vida, para mí, no es una vela que se apaga. Es más bien una espléndida antorcha que sostengo en mis manos durante un momento, y quiero que arda con la máxima claridad posible antes de entregarla a futuras generaciones (George Bernard Shaw). Al leer este texto –tan en síntonia con el proverbio chino que sostiene este blog- en la primera página del famoso libro “El monje que vendió su Ferrari” me he atrevido a compartir una serie de pensamientos a modo de "balance provisional" que reconozco serán para muchos de vosotros cuestiones muy obvias:


1) "Nadie es una isla completo en si mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."(John Donne). Ni podemos aislarnos en una burbuja ni rodearnos de unas murallas que nos impidan darnos cuenta de lo que sucede a muchos de nuestros semejantes. Jamás seremos felices haciéndonos los sordos, mudos, ciegos o dormidos sabiendo que existen personas –como nosotros, o nuestros amigos o nuestros hijos- que lo pasan mal. Estamos interconectados y esta interconexión va en aumento...

2) A pesar de este sentimiento que escondemos –o consciente o inconscientemente soslayamos- vamos siendo conscientes de que en el planeta –a pesar de cómo lo hemos descuidado- existen recursos y tecnología suficientes para mejorar la vida de estas personas y resolver problemas como el hambre, la vivienda, la salud o la educación.

3) Constatamos que –cuando somos conscientes de ello- nuestros deseos se ven frustrados por una falta de voluntad política: las personas que lo pasan realmente mal no están dentro de las prioridades de lo que decidimos o se encuentran en niveles muy periféricos (digase el 0,7% del PIB….).

4) Si estos deseos pretenden transformarse en decisiones operativas y transformadoras se precisa de un cambio de poder, un empoderamiento -clave de un libertad verdadera que persigue un proyecto coherente- y que contemple al mundo globalmente y no sólo localmente.

5) Esta cambio de poder parte de la constatación de que hemos ido delegando demasiado poder en un sistema político que consideramos el menos malo. Junto a esta debilidad de la ciudadanía percibimos una “pseudolibertad” consumista que satura nuestro poder de decisión (…compre su coche y combinelo como quiera….) y genera necesidades inútiles que desenfocan lo verdaderamente importante y relevante en nuestras vidas (curiosamente numerosas películas nos lo recuerdan una y otra vez más….)

6) Esa capacidad de elección “inútil” ha sido generada por entidades que van ocupando posiciones monopolísticas en los mercados y que extienden sus redes de dependencia por todos los lugares del planeta consiguiendo que los sueños “personalizados” del consumo se hagan realidad a precios cada vez más bajos.

7) El aislamiento, la venta de sueños “impostados” por la publicidad, y la seguridad que nos brinda el sentirnos al unísono de los paradigmas de un consumidor féliz –los que utilizan las mejores marcas o los productos exclusivos- consolida nuestra debilidad ciudadana y nos sume en un atolondramiento que apaga nuestro "poder potencial" como consumidores pero en este caso socialmente responsables sobre todo con el planeta y con los derechos laborales –no explotación- de las personas en otros lugares del mundo.

8) Precisamente por ello palabras como, cooperación, asociación, comunidad, o colaboración interinstitucional es uno de los posibles caminos para realizar una auténtico diagnóstico de lo que nos sucede a muchos niveles y desde este análisis generar soluciones innovadoras -por qué no- y factibles para hacer frente a los problemas que se nos presentan como irresolubles.

9) Como diría –más o menos- mi paisano Seneca: no se tiene miedo por la dificultad que percibimos a la hora afrontar los problemas, si no que es el miedo precisamente el que hace que veamos que las cosas parecen difíciles.

10) Por tanto, nuestra felicidad depende más de la valentía para construir un mundo mejor desde la realidad cotidiana (ya sea laboral, vecinal, familiar, política… ) que del disfrute de un mundo de consumo “aparentemente” elegido (...en realidad estratégicamente inducido) y construido a medida de nuestros gustos y apetencias.

1 comentario:

José Antonio Arnedo dijo...

Hola,

He llegado a su blog desde el concurso de 20 Minutos y ha sido de lo mejor que he leído ultimamente... enhorabuena por su trabajo.

Respecto a "Nadie es una isla completo en si mismo", me parece una afirmación fundamental para dar respuesta a los retos del s.XXI. Al respecto,les dejo una serie de reflexiones adicionales.

Un saludo de un seguidor más,

Jose


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